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El papeleo del cielo

-¿Qué es esto Pedro? No podes mandarme tantos nombres, tengo a las parcas descontroladas, ya no saben que hacer.

-Perdón Gabriel, es que ya sabes como es "El Jefe", da a elegir todo y muchos humanos decidieron no luchar.

Las puertas del cielo eran un bullicio, llegaban hombres y mujeres de todas las edades, diferentes parcas corrían de acá para allá y San Pedro no paraba de trabajar escribiendo papeles con nombres y horas de llegada.

-A esta altura hasta las reencarnaciones van a tener demora ¿Que pasó?- Preguntó molesta Santa Bárbara

-Los rumores de que los embarazos disminuyeron con la pandemia, eran ciertos entonces.- susurró el arcángel Gabriel y Pedro asintió con la cabeza sin parar de trabajar.

-Mirá quien viene ahí, ¿Qué haces acá?- Replica Bárbara sorprendida

-Me mandó "El Jefe", me dijo que apresure el trabajo de investigación de mis hijos y saque de una vez la vacuna, porque la gente no se está viniendo por el virus, se está dejando morir porque o le tiene miedo al virus, o se deprimen cuando lo tienen,comienzan a pensar que nadie los espera, o que ya está, entran en pánico o tristeza, y se mandan para acá.

-Pucha Jerónimo si que la tenes complicada, yo que vos le pido una mano a Expedito

-No sé Gabriel, tiene mucho trabajo últimamente,igual mi ejército está listo para que se expandan por el mundo las ideas de diferentes vacunas y salgamos de esto de una vez.

-No puedo convencerlos de reencarnar, me dicen que es para estar unos meses y se quedan sin uno de los padres o vuelven para acá por el virus este

-Si Bárbara, hay que moverse, porque lo que está claro es que "El Jefe" no tiene planes de terminar la humanidad, así que, repito, hay que moverse, yo tengo que seguir este papeleo, pero les doy todo el apoyo y energía que necesiten- Agregó Pedro sin sacar la mirada de sus hojas.

San Jerónimo preparó su ejercito y se fueron a recorrer la tierra despertando ideas dormidas de muchos químicos y científicos.

Expedito le pidió una mano a Santa Rita para acelerar el cumplimiento de pedidos, principalmente de madres y abuelas.

Bárbara se citó con diferentes entidades para convencer a los espíritus que temían reencarnarse de que ya estaba terminando el problema en el mundo terrenal.

Las personas comenzaron a vacunarse, algunas se negaban, pero con el tiempo veían los resultados positivos o eran convencidos por familiares cercanos. Los niños comenzaron a nacer, y el papeleo bajó.

San Pedro con los dedos marcados por la pluma descansó en un gran sofá blanco junto a su amigo Gabriel.

-Ya al fin, que sea como siempre y vayan entrando y saliendo, pero esto de colapsar desde la peste negra que no nos pasaba- Dijo Pedro y sirvió dos copas de vino.

-Esperemos que después de la pandemia que vivieron aprendan a apreciar la vida, y se queden más tiempo en su materia- Agregó Gabriel aceptando una de las copas

-Siempre va a haber alguno que se rehúse a aprender

-Odio el libre albedrío. Son cosas de "El Jefe",siempre d

 

ándole privilegios a los humanos que nunca entienden nada- Opinó Gabriel tras un resoplido y comenzó a beber el vino.

-No lo entenderías, tendrías que haber sido humano como yo lo fui para darte cuenta porque lo hace, el amor es algo muy complicado amigo.

-Tengo noticias de la tierra Pedro,en Europa declararon una guerra- dijo San Francisco de Sales dejando un periódico en las piernas de su compañero. Gabriel arqueó las cejas viendo a Pedro leer,resoplar y negar con la cabeza.

JUSTICIA
 

Era muy joven y la maldad del mundo lo tenía cansado e indignado.

Decidió hacer justicia eliminando a todo aquel que fuera criminal.

Al terminar aquella labor descansó pensando que vivia en un mundo mejor, pero al despertar llegó un pensamiento aterrador a su mente, supo que en su lógica había un error al notar que actualmente él y solo él era el único asesino con vida

EL MONSTRUO
 

 

Yo no puedo hablar igual que mis padres, pero entiendo bien a mis hermanos, ellos son como yo, excepto Agustín, él puede hacer sonidos, no habla como papá y mamá, pero hace un buen intento.

La vida es tranquila para mí, Me gusta vivir en el campo, igual es lo único que conozco.

Me gusta comer. Es lo que más me gusta. La hora de comer es el momento más perfecto del día. Y miro cada tarde como eso rojo que aparece, desaparece. El rojo me agrada, es mágico, me hace sentir satisfecho, Agustín dice que el rojo es comida, y para mi comer es alegría, para mis hermanos también.

Siento espuma salir de mi boca, No sé por qué, siempre lo siento. Mis hermanos, los que son gemelos tampoco hablan, pero con la mirada sé que aceptan todo lo que yo piense, y lo que yo pienso es que Agustín es nuestro líder. El sabe decir que rojo es comida. Y yo sé que comer es hermoso.

Hay un monstruo en casa. Es molesto y ruidoso. Mamá se ríe siempre con el monstruo. A papá parece que le hace gracia todo lo que el monstruo hace. No entiendo que les gusta tanto de esa cosa. Mis hermanos tampoco.

Agustín oye a mamá reírse, pero no está el monstruo, ella esta con la sirvienta entonces él nos guía para ver a la sirvienta, queremos saber porque se ríe si no está su cosa favorita. Mamá se la pasó cuidando al monstruo que estaba transpirando, pero ya no transpira ni gime más. Volvió a ser como antes, sin sudor en su cara. A mamá la hace feliz el monstruo, muy feliz. A Papá también. La sirvienta trabaja y al fin vemos, Agustín y yo, que la sirvienta tiene el secreto de la eterna felicidad.

Es lo que hace que la comida sea tan hermosa y nos haga tan bien. Agustín tenía razón el color rojo es lo mágico. La sirvienta estaba contenta se reía hablando con mama luego de eso cortó a la comida mientras vivía. Ese era el secreto de la felicidad matar a algo vivo que haga feliz a alguien y hacerlo comida. Si antes de ser comida te hace bien cuando lo sea será perfecto.

La sirvienta se asustó de vernos descubrir el secreto de la felicidad. No vio que yo le robe un arma igual a la que ella usaba para matar a la comida.

Agustín nos dijo: el monstruo. Todos lo entendimos, ahí estaba el monstruo que hacia feliz a mamá y a papá. Había que convertirlo en comida, dejarlo rojo y así nos haría felices también a nosotros. Yo aprendo rápido, más rápido que Agustín, aprendí a matar al monstruo, me robe el arma y ahí estaba al fin lo que hacía feliz nuestros padres, volverlo rojo nos haría felices a todos para siempre, así que hice lo mismo que hacia la sirvienta y volví rojo al monstruo, ya podrá ser comida. Sería perfecto el monstruo al fin.

Papá entra y actúa muy raro, grita, llora, no deja pasar a mamá. No lo entiendo, mis hermanos y yo les ofrecimos lo mejor. Si el monstruo ruidoso cuando no estaba rojo lo hacía tan dichoso ¿Habría algo mejor que convertirlo en comida?

 

 

 

***

NOTA:(Cuento inspirado en “La gallina degollada” de Horacio Quiroga)- otro punto de vista de la historia-

***

 

Cada fin de año mientras todos brindan, se saludan, se besan y celebran, yo pienso en la máscara del diablo. Hoy no es diferente.

Desde aquel viaje a Ecuador vestirme de rojo para recibir el año, se convirtió en una tradición personal.

Nadie lo nota, pero hace cuatro años que espero el primer día de enero con este color.

Mis dos amigas y yo, veníamos haciendo una especie de gira, habíamos pasado por Chile, Colombia, Argentina y llegamos a Ecuador el treinta de diciembre.

Ni Aurora, ni Mónica, ni yo sabíamos absolutamente nada de este país, llegamos al hotel, y después de pasar por la ducha y una siesta corta, salimos a recorrer.

El primer día del año, estábamos caminando y Aurora como siempre no paraba de tomar fotos, cuando la música en la calle nos llamó la atención. Nadie nos había hablando de que podríamos encontrar algo así.

Al volver a casa semanas después supe que se trataba de la diablada pillareña.

El rojo era dominante en las calles, la música, y la alegría, nos invitó.

Entre el tumulto perdí a las chicas, pero no era algo que no hubiera pasado en otro de nuestros viajes, seguro las encontraría al volver a la habitación pensé, y así sucedió.

Yo estaba fascinada viendo como bailaban aquellas personas de rojo con máscaras endemoniadas.

En el alboroto uno de los enmascarados me tomó del brazo y me hizo bailar.

Yo no podía parar de reír. A pesar del disfraz pude ver que sus ojos eran intensamente negros, y viendo sus manos, supuse que aquel joven

probablemente tendría unos quince años menos que yo, o sea no creo que llegara a sus treinta.

Miro la pared con una copa en la mano, esa pared donde cuelgo recuerdos, una guirnalda chilena, plumas de Brasil, dos sombreros mexicanos, un mate argentino y más arriba adornando mi mural, la máscara del diablo.

Seguí bailando con aquel chico, e intentaba adivinar como seria su rostro. Fui yo la que lo invitó a apartarse del grupo, él simplemente me siguió.

Casi anochecía y mi curiosidad no paraba de crecer. Al igual que mi interés.

Aun tengo en mi mente la música de esa noche.

Un poco bailando y otro poco caminando, fuimos a un corredor con muy poca luz, y algo lejos de la gente.

Quise verle el rostro, pero se negó. Le dije que no podría irme del país sin besarlo.

Sin quitarla, subió la máscara un poco nada más, me apretó contra su cuerpo y me besó, fue un beso largo, intenso, apasionado, un beso que aun recuerdo con detalle, nada más que un beso, pensarán algunos, pero la intensidad de este sigue apoderándose de mi.

Se volteó a mirar hacia la fiesta, y dijo que debía irse. Le pregunté su nombre, y me susurró al oído, soy el diablo, y se rió.

Le pedí que me dejara un recuerdo. Giró se quitó la careta la puso en mi mano y se fue.

Nuca pude verle la cara, ni supe su cómo se llamaba.

Fue un momento, algo que podría haber sido insignificante, pero el misterio lo convirtió en mucho más por lo menos para mí.

Hoy salgo a recibir el año con mis amigas. Estamos en casa planeando nuestro próximo viaje. Aurora dice que nos está faltando Paraguay, Mónica que preferiría Perú, y yo, como cada fin de año, estoy vestida de rojo, bebiendo

champaña y recordando, como si fuera una adolescente inexperta, aquel beso del diablo.

El beso del diablo
 

Rutina de una madre normal
 

Después de aceptar frente al psiquiatra y al resto de la familia la pérdida de su nuña de dos años , Rosalía va yviene por lavid a como  una madre  normal, se levanta, prepara el desayuno, lo sirve para Roque y sus pequeños, hace bromas, los apira, Ropque va a trabajar siempre preguntando antes de irse si está bien, ella lo despide asintiendo y con un beso, deja a Nahuel y a Lucas en la escuela y hace las compras.

Prepara el almuerzo y dedica esas horas libres al teletrabajo. Los niños llegam, ell sigue trabajando y ayúdandolos con la tarea, se escuchan las llaves de Roque, prepara el mate, deja la computadora, juntos hacen la cena, luego de comer los pequeños van a la cama, Roque les lee un cuento, ella mira por la ventana, ya cae la noche, va a su dormitorio, abreelcajón de la mesa de luz y saca de allí unos rizos castaños los aprieta en la mano y solloza con ellos bajo la mejilla.

Cuando Roque entra ella cierra sus ojos humedecidos y finge estar diormida.

Al dia siguiente besa aquellos rizos, los deja donde simpre y le dice a su marido con una amplia sonrisa -Cielo,ya es hora de despertar.

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