Mercedes observa a su hija, está muy preocupada, ha notado que se escapa por la ventana, no pide permiso para salir, ni siquiera lo hace porque se lo han negado, simplemente lo hace.
Cuando Guadalupe se duerme ella revisa su bolsa tratando de dejar todo de nuevo en su lugar, documentos, lápices labiales, un par de lapiceras y un cuaderno. Mercedes siente una mezcla de nerviosismo y alivio.
No hay drogas, no hay anticonceptivos, no hay nada que me diga que está en algo raro, pero nadie se escapa para cosas buenas, piensa Mercedes, y en lugar de preguntar decide esperar que la adolescente vuelva a escapar para meterse en su dormitorio.
Abre la laptop de su hija y le sorprende que no tenga contraseña, lo único que ve y la hace reír es un archivo Word que dice “La receta de las lentejas”
¿Una receta? Si Guadalupe nunca hizo ni un huevo frito, opina Mercedes con ironia en su voz, abre el archivo segura de que es un nombre falso, pero se vuelve a sorprender ya que efectivamente lo que está escrito en ese archivo es
la receta de las lentejas.
Vuelve a su habitación y comienza a maquinar un nuevo plan.
Espera a la noche y la nueva escapada de la jovencita, la sigue y la ve entrar a un galpón despintado. Se cuela sigilosa y agachándose entre las personas.
Un anciano con acento caribeño le pone la mano en el hombro y le pregunta que hace caminando como un gato, ella le chista y le pide silencio, él se encoje de hombros y la sigue con la mirada.
Guadalupe deja su bolsa sobre una mesa, todos la abrazan y saludan, Mercedes no conoce a ninguna de estas personas, continua observándola en silencio, y sus ojos se abren de par en par al ver como su hija se remanga la blusa y comienza a revolver una olla junto a otras chicas que le hablan y ríen.
Mercedes vuelve sobre sus pasos cuidando que Guadalupe no la vea, el anciano nuevamente le toca el hombro y le dice que puede cenar con ellos.
Mercedes lo ignora y sigue su camino. Se para en la puerta y espera, mira el reloj y sigue esperando, pasan un par de horas y salen algunas personas envueltas en bufandas con gorras de lana , otras con zapatillas rotas, y algunas llevando bolsos que los aprietan con fuerza contra sus cuerpos.
Mercedes entra nuevamente y ve a Guadalupe recogiendo platos y cubiertos.
Guadalupe levanta la mirada y arquea las cejas, deja sus quehaceres y va donde su madre.
-¿Qué haces en el refugio mamá?
-¿Qué haces tú?- Le responde preguntando. Guadalupe le explica que allí se junta con un grupo de muchachas de su edad para ayudar a personas que no tienen que comer, y tienen planes de armar algo para que tengan donde dormir
-¿Por qué me lo ocultaste?- Pregunta indignada Mercedes.
-El modo en que tratas a la mucama, como opinas sobre los niños que piden en la calle, pensé que te iba a molestar que me diera con ellos y los ayudara. ¿Vos sabes hacer lentejas mamá?
Mercedes se miró las uñas rojas, largas y sus manos repletas de anillos, respiró hondo y le dijo:- No, nena, nunca hice lentejas.