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La pulsera

Emilia siempre estuvo enamorada de su profesor de Historia. Desde su primer día en la secundaria lo observaba con atención, y era muy aplicada en su materia.

Cursa cuarto grado, y es, según piensa, el peor año de su vida, porque será el último en que Mariano dicte clases en ese instituto.

Los meses van pasando rápidamente. En noviembre, la tristeza se ha apoderado del corazón de Emilia que sabe, probablemente, no lo verá de nuevo al llegar a quinto grado.

Al salir de clases, pensando en todo esto,  baja la escalera y se tuerce un tobillo, rodando escalones abajo, se da un golpe en la cabeza. Ve que está rodeada de algunos de sus compañeros, y también Hilda, la profesora de química que grita su nombre. Emilia siente una puntada en la nuca y se desvanece.

Al despertar en la enfermería, sus compañeros ya se habían ido, también la profesora.

Se levanta sola, un poco mareada. El colegio parece estar vacío, lo que es normal a esa hora.

Cuando ya está por salir escucha la risa del profesor de historia, que viene  bajando la escalera y hablando por celular. Corta la llamada, se acerca a Ella sonriendo y le pregunta

− ¿Qué haces tan tarde aquí?

− Me caí por la escalera, me parece. Estaba Hilda, y algunos de los chicos, pero cuando reaccioné se habían ido− respondió con la voz temblorosa, le transpiraban las manos, y nada más le pasaba por la mente que era la primera vez que Mariano se dirigía a ella fuera de clases

− Qué raro que te hayan dejado sola, ¿llamaste a tus padres?

− No− responde Emilia,  siente un sonido molesto, se aprieta un oído, lo que escucha parece una sirena de ambulancia, por un segundo cree ver el ambiente más blanco a su alrededor se refriega los ojos y vuelve a ver normalmente

− ¿Segura que estas bien?− Mariano le toma el hombro, y se le acerca viéndola con el ceño fruncido, y la mirada preocupada, ella asiente con la cabeza y va rumbo a la puerta. −Emilia, es mejor que yo te lleve hasta tu casa, vamos a asegurarnos de que estás bien− le dice Mariano y la toma de la mano. Ella no puede dejar de mirar las manos de ambos, e intenta evitar que él note  la sonrisa que se le está dibujando en el rostro. Él camina rápido, y la guía hasta su auto.

− No es necesario que me ayude, yo estoy bien- dice Emilia, él le hace un gesto con la mano  para que ella entre al auto, ella obedece y ya adentro siente un olor muy fuerte a desinfectante, se aprieta la nariz  un momento, pero cuando él sube al coche y la mira, ella se suelta la nariz y nota que ese aroma se ha ido.

Emilia  le va diciendo qué calles tomar mientras él va conduciendo. Al llegar frente a su casa ella sólo piensa cómo despedirse. Se pregunta si decirle simplemente “chau, gracias” o si le besa la cara. Se queda un momento inmóvil esperando y mirando fijamente hacia adelante.

−Bueno, creo que esto es una despedida, porque a partir de la semana que viene ya no estaré trabajando en el colegio ¿Sabías?

Ella lo mira con la boca entreabierta. No, ella no lo sabía. Pensaba que aún le quedaba diciembre.

Mariano asiente con la cabeza apretando los labios, y ella baja la mirada. Abre la puerta para bajarse, y cuando va a decirle adiós se vuelve hacia él y en un movimiento brusco, casi de un salto, le toma la barbilla y le besa los labios. Baja del auto, y él la sigue, sin decir nada, la vuelve a besar apretando su diminuto cuerpo uniformado contra las rejas del portón de su casa.

−Me voy del instituto, pero quiero que tengas algo−le dice, y se quita una pulsera  plateada, gruesa, que es como una cadena, y abre un poco la mochila tirándola dentro. Se va, y ella se queda abriendo el portón de su casa, mordiéndose los labios y sonriendo, pensando que al entrar lo primero que hará será mirar la pulsera que está dentro de su mochila.

Al entrar y gritar llamando a su madre siente un dolor punzante en la frente y se le aflojan las piernas.

Despierta y está en un hospital. El olor a desinfectante le impregna la nariz, y le hace recordar el momento en que subió al auto con Mariano. La sorprende ver a Hilda  hablando con su mamá. La enfermera le sonríe, la saluda y avisa a su madre que ya reaccionó

− ¿Cuánto hace que estoy aquí?− le pregunta a la mamá

− No sé amor, como cuatro horas− Le responde tomándole la mano

-¿Qué pasó?

-Te golpeaste  la cabeza al caer.

Emilia frunce el ceño y mira para todos lados, el color del lugar le hace recordar cuando estaba en el colegio, y la imagen cambió un instante.

-Me trajo una ambulancia ¿no es cierto?- la madre le dice que sí con la mirada y levanta las cejas, Emilia se ríe y se toca los labios. Recuerda el sonido similar al de una sirena que escuchó en el colegio y ahora cree que lo entiende todo.

A los dos días vuelve a clases, ya en el aula, ve que entra una profesora a la hora de  Historia. La nueva docente dice que es la suplente de Mariano, debido a que éste  tuvo que dejar el instituto antes de terminar noviembre y diciembre.

Emilia mete la mano en la mochila buscando una lapicera, mientras recuerda que él le dijo en el auto que eso pasaría, al no encontrarla y bajar más a lo hondo de la bolsa, su mano toca algo que la hace levantar la mirada hacia la clase, y abriendo muy grande los ojos sigue palpando ese algo que parece una cadena gruesa. Saca la mano, mira a los lados, suspira y se toca los labios, regresa la mano a la mochila sin mirar, al no volver a encontrarla piensa que al llegar a su casa lo primero que hará es vaciar la mochila.

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