Éramos tres, en realidad solíamos ser cuatro desde chiquitos, pero esa noche éramos tres. No, no en realidad éramos cuatro, solo que nunca contábamos con la presencia de Mariela, debería haberlo hecho, es más debo hacerlo porque sin Mariela yo no estaría aquí declarando en la corte, en medio de un juicio.
A ver señor Mendoza, respire hondo, hable con más calma, si quiere le alcanzamos un vaso de agua, pero necesito que relate exactamente que pasó la noche del treinta de agosto y evite hablar tan rápido por favor, dice el fiscal con la voz firme, mientras cruza los brazos y mira fijamente a Mendoza.
No, no se preocupe no necesito agua. Era pollo con salsa, Mariela nos dijo que esa noche había hecho un pollo con salsa, ella puede que sea rara, demasiado callada, pero lo que no se le niega es que es la mejor cocinera que vi en mi vida, incluyo a esas recetas magistrales el pollo con salsa de esa noche, estoy bajo juramento, no le voy a negar eso.
Mendoza respira hondo, niega con la cabeza y sigue explayándose en su relato.
Todos los domingos nos juntábamos los cuatro en lo de Marquitos, Bernardo, Marquitos obviamente, el gordo y yo. Mariela nos servía, y rara vez se quedaba cuando veíamos algún partido, pero para mí al gordo le daba como lástima Mariela. De repente me enredo en lo que hablo, pero Marquitos es el marido de Mariela, siempre fue medio loquito, cuando éramos chicos se agarraba a trompadas con cualquiera y el gordo, que era de lo más bueno siempre le estaba aconsejando, y fue el gordo el que nos dijo a mí y a Bernardo que conociendo a Marquitos seguro Mariela no la pasaba muy bien. Un día llegamos y el gordo la tenia abrazada y ella lloraba con un ojo hinchado y violeta, nos dijo que la asaltaron en la calle, yo le creí, Bernardo le creyó, pero el gordo no.
Céntrese en los sucesos del treinta de agosto por favor, le indica el juez, y Mendoza asiente con la cabeza sin mirarlo y continúa hablando.
Nos juntamos como dije que hacíamos siempre. Mariela nos saludó, nos dijo que el marido tenía una reunión con el gremio de la construcción, a veces pasaba no nos sorprendió, demoró tanto que decidimos arrancar a almorzar. Marquitos no apareció, Bernardo como casi siempre se pasó con el vino y se pidió un taxi. El gordo le preguntó varias veces por unos arañazos que Mariela tenia en los brazos, ella dijo que seguramente había sido en el jardín con las rosas que ni cuenta se había dado, la cosa es que él se fue y yo quise quedarme a ayudar a juntar las cosas y a ver si veía al Marquitos, pero ella insistía que no necesitaba que me quede y que el esposo demoraba. En un momento cuando me estaba por ir, le dije que el almuerzo estaba delicioso y le dio como un ataque, se tapo la boca y entró al baño, la escuché, estaba vomitando y le dije que le haría un tecito a ver si algo le había caído mal, o hasta le hice una broma que quizá después de tantos años venia el mini Marquitos, pero no sé ni si me escuchó, entré a la cocina y lo vi. En principio me quedé pasmado, ella entró con el grito de ¡No Mendoza! Y yo giré a mirarla, por un lado estaba impactado, eso que había sobre la mesa era sin dudas la cabeza de mi amigo, pedazos del cuerpo por acá por allá y la olla seguía ahí, entonces le pregunté: ¿Nos comimos a tu marido? Ella tapándose la boca y llorando me dijo que si moviendo la cabeza. Yo seré raro pero le dije que estaba muy rico, y ella se empezó a reír. Entre esas carcajadas locas lloraba cuando de repente me abrazó y me contó que él le pagaba mucho, que la engañaba con distintas mujeres, que venía siempre borracho o drogado y varias veces hubo intimidad cuando no había consentimiento, usted me entiende señor fiscal, esas cosas no se hacen, pero cocinar al marido, bueno está bien, tampoco se hace ¿No?, fui a la olla, ahí todavía quedaba algo de carne, le pregunte por la salsa dijo que no había más.
¿Y cómo pasó lo demás? Preguntó el fiscal, y mientras Mendoza relataba este le lanzó una mirada al juez con cejas levantadas asegurando que ya sabían casi todo lo que iban a escuchar.
Le dije que lo probara, ella se negó, le insistí que estaba bueno, así que lo hizo y me dio la razón. Chateamos varios días por WhatsApp, le dije que quería más, me dijo que solo había un Marquitos, y que necesitaba ayuda para esconder la cabeza y parte del torso que no pudo cocinar, le dije que la ayudaba, pero siempre y cuando que hubiera más, me dijo que era difícil y le dije que aún quedaban dos, costó convencerla, pero al final el otro domingo nos reunimos. Me hice el bobo, el gordo preguntaba sin parar por Marquitos, ella que le surgen reuniones y yo mandé un mensaje a esas aplicaciones de citas entonces el celular sonó y dije ¡Oh es el Marquitos!, y me hice el que hablaba y ella decía que pasó que pasó, y yo nada que demora, que se complicó, y ella siempre igual Marquitos, no puede ser, la cosa es que hizo una cazuela y los durmió al gordo y a Bernardo, me dijo que ella no los iba a matar que solo los cocinaba, entonces yo les corte el cuello, porque vi videos de cómo se matan cerdos y esas cosas para comer. Bernardo ni cuenta se dio, el gordo yo creo que al final medio se despertó y pataleó un poco, pero se murió igual. La ayude a cortar las partes, deshacerse de las cabezas y las cosas que no podían cocinarse, los frisamos y nos juntábamos los domingos, para mí era pollo con salsa, el más rico que te puedas imaginar, bueno el de Marquitos y Bernardo porque el gordo no estaba tan rico, Mariela me dijo, de repente tomaba algún medicamento, o algo asi, pero los dos coincidimos en que era el menos sabroso, Bernardo era el mejor, yo creo que era porque siempre tenía vino o cerveza en el organismo, quizá ayudó al gusto, no tengo tanta experiencia, es una opinión.
Entonces se declara culpable, afirmó el juez mirando a Mendoza que al fin volteo la cabeza hacia él respondiendo.
Sí la verdad es que si, Aunque yo no estaría acá si no fuera por Mariela, ella se asustó, pensó que iba a comerla a ella o a seguir matando a otros y se le ocurrió entregarse, pero todavía quedan partes de Bernardo frisadas para un tiempo largo y hasta de Marquitos, del gordo no, el gusto no valía la pena, lo terminamos tirando.