El taxi y el refrigerador
Paola mira hacia la esquina, acomoda su bufanda y divisa la aparición de un taxi.
Saluda al conductor, y él la ayuda a acomodar sus valijas, mientras intenta sacarle charla, pero ella lo ignora.
Ya dentro del taxi una lágrima brota de sus grandes ojos verdes. Limpia su rostro, y le dice al chofer: Al aeropuerto.
Mira la puerta de aquella casa que se pierde a medida que el taxi avanza, recuerda cuando la vio por primera vez.
Era primavera, Paola con equipaje en mano subió corriendo los escalones que la llevaban a la entrada, y tocó timbre.
Un hombre delgado, alto, y despeinado le abrió la puerta bostezando.
Paola recorrió el húmedo pasillo y esperó mientras los nervios y la ansiedad la invadían.
Ya hablé con tu madre, le dije que puedes quedarte aquí, pero con dos condiciones, que no sea por más de seis meses, y que colabores con mi negocio, o te vas. Le aclaró, mientras caminaban por el húmedo corredor.
Sí, Gracias tío, no te vas a arrepentir, lo juro, dijo la chica entusiasmada, mientras él la seguía guiando por la casa
No me digas tío, me siento un anciano, ya tienes como veinte. Gustavo y punto, me parece mejor.
Veintitrés Gustavo, Le interrumpió ella entre risas.
Paola se instaló en una pequeña habitación, y buscaba trabajo a diario.
Ahora abre la ventanilla, y el aire frío que viene de la calle le recuerda a aquel refrigerador con el cual trabajaban.
Vendían productos alimenticios congelados a un grupo pequeño, clandestinamente.
Paola se encargaba de acomodarlos, y negociar con proveedores..
Una tarde de verano Paola estaba acostada bajo el ventilado cuando él entró, y se sentó a su lado.
Voy a necesitar que contactes nuevos proveedores, tuve problemas con algunos, problemas legales. Supongo entiendes.
Paola asintió con la cabeza, puso su laptop sobre una almohada, y comenzaron a buscar opciones.
Las respuestas no fueron rápidas. Él con la frente apoyada en ambas manos se lamentó. Paola se arrodilló a sus espaldas lo abrazó, él respiró hondo, le acarició el cabello y se levantó.
Gustavo, estás mal, ¿Por qué no te quedas un rato aquí hasta que se te pase? Él la miró con una leve sonrisa, negó con la cabeza, salió del dormitorio, dio unos pasos por el corredor, se detuvo, volteó y volvió.
Estoy bien, pero no tengo sueño, me quedo un poco Le dijo, y ella aún arrodillada golpeó la cama con su palma.
Luego discutir sobre el futuro de su asociación, y la mala suerte de Paola para conseguir trabajo Gustavo comentó que era hora de volver a su cuarto, ella aceptó, y con dos de sus dedos le acomodó el cabello detrás de la oreja, se miraron fijamente durante unos segundos, Gustavo amagó de levantarse, y ella apoyó su mano sobre la rodilla de este, quien respiró hondo mirando al suelo, y luego a ella que no dejaba de mirarlo inexpresiva, y con un movimiento brusco le besó.
Le quitó la blusa, que lanzó sobre el suelo, y confesó que había imaginado ese momento muchas veces.
Se desprendió la camisa, besó su mentón, sus labios, y entre sus pronunciados pechos blancos, se alejó un momento y desprendió su cinto.
Paola se quitó los shorts y él los jeans, luego le quitó la ropa interior, y mientras ella lo abrazaba con las piernas le hizo el amor bajo el repetitivo sonido del ventilador.
Paola despertó desnuda, y con sus rubios rulos enredados.
Notó que estaba sola.
Durante dos días a penas hablaron, pero consiguieron proveedores.
Al tercer día luego de vaciar una nevera entera, Paola comentó que le iba a decir a su madre lo bien que estaban luego de aquella pequeña crisis.
Gustavo aceptó, ella lo abrazó y besó con fuerza su mejilla, luego lo miró a los ojos, y su amplia sonrisa desapareció.
Él dio unos pasos hacia atrás, ella se volteó hacia la puerta, él le tomó la mano y de un tirón la pegó a su cuerpo. Paola volvió a besarlo como había imaginado cada noche luego del primer encuentro, y esa fue la segunda vez, sobre el suelo de la gris y despintada habitación del sótano. .
Sus encuentros se volvieron frecuentes en la noche, pero durante el día no hablaban de eso.
Al llegar el invierno, Gustavo le dijo a Paola que habían pasado más de seis meses, y como ella no había conseguido trabajo tendría que volver al campo.
Paola indignada comenzó a llorar y gritar, que el negocio estaba bien gracias a ella..
Gustavo alegó que el trato habían sido seis meses y ya iban casi nueve.
Paola respondió que con el negocio no había tenido tanto tiempo de buscar, y él le respondió que eso era también parte del trato. Luego de tantos gritos una pregunta de Paola los silenció
¿Y el hecho de que te acuestes conmigo era parte del trato?
A lo que segundos después Gustavo respondió cortante y mirando al suelo.
Antes del lunes te vas. Se retiró, dejándola sola, inmóvil con la boca abierta.
Luego Paola fue a la cocina, y caminó de un lado al otro regañando en susurros y lágrimas, con los puños cerrados, y un nudo en la garganta.
Gustavo entró silbando, abrió la nevera, y miró como buscando algo.
Paola intentó hablar con él, pero la ignoró. Ella siguió insistiendo y cuando vio que él seguía igual, tomó un cuchillo que estaba sobre la mesa y lo apuñaló. Al verlo caer se sentó sobre él, y lo hizo por segunda, tercera y cuarta vez llorando a gritos.
Luego se alejó, y en silencio lo observó tendido sobre su sangre.
Se quedó allí como congelada, y al reaccionar bajó al sótano donde solían trabajar, tomó varias bolsas, y cintas, subió, envolvió el cuerpo , al igual que hacían con los alimentos, y con mucha dificultad lo arrastró.
Metió el cuerpo dentro de un refrigerador vacío. Fue a otra de las neveras que aun tenían productos, y los colocó todos sobre él.
Limpiar la cocina, Limpiar el sótano, limpiar la escalerita, lavar mi ropa, darme una ducha, sacar el dinero de las ganancias y llamar a un taxi, se dijo en voz baja repetidas veces mientras llevaba a cabo cada acción.
Ahora baja del taxi, entra al aeropuerto mientras piensa a donde ir, y qué le dirá a su madre cuando pregunte por su hermano.