El pastel
Me miro al espejo, lavo mi cara, respiro hondo, y escucho como Mario pregunta desde afuera del baño si me encuentro bien.
Salgo, le beso ligeramente los labios, y asiento con la cabeza.
Voy a la cocina y abro el horno, pincho el pastel, el tenedor ya sale limpio, tomo una tabla, la pongo sobre la mesada, y encima de esta a mi bizcochuelo.
Se escuchan las risas, la voz de mamá jugando con mi hija, vuelvo a respirar hondo mientras corto mi torta en dos partes.Saco jugo de naranja y dulce de la heladera. Embebo una de las mitades con el jugo, y le unto el dulce, para luego taparla con la otra mitad.
Mario entra sonriente, me besa el cuello, hace comentarios sobre la conversación que tenía con mi vieja, saca una botella de vino, y destapándola vuelve a la sala.
Saco la crema batida, el coco rallado, y comienzo a decorar en silencio.
Siento una leve presión en el pecho. Trago saliva y continúo con mi trabajo.
Adoro a mi hija de seis años, Mario siempre ha sido atento, cariñoso, y paciente conmigo, a demás mi madre está muy orgullosa de la familia que he formado
Al terminar miro mi bizcochuelo arqueando las cejas y asintiendo con la cabeza, pienso que extraño tanto mi libertad, dormir sola, no pensar en la maestra, la merienda, el pediatra, la comida, o las cuentas.
Echo de menos quedarme hasta la madrugada escuchando música, o viendo películas, levantarme entre dormida para ir a trabajar, y echarme una siesta al volver, luego de una larga ducha reconfortante.
Recuerdo Cobrar, y pagar lo básico, para luego gastar en peluquería o zapatos.
Quiero ser la de antes, ya no quiero ser madre, ya no quiero ser esposa, ya no quiero ser el orgullo de nadie.
Saco del mueble una fuente, pongo sobre esta al pastel, y camino hacia la sala llevándolo.
Mario me mira sonriente, mientras mamá sigue jugando con la niña.
Me encanta verlos, es que los amo tanto.Se me dibuja una amplia sonrisa, y frunzo la nariz con los ojos humedecidos.
Coloco la torta sobre una mesita, Mi hija quiere tocarla, y su abuela le toma delicadamente la mano negando con la cabeza
-Aún no Melina, primero hay que cantarle feliz cumpleaños a la abuelita- le digo, y acaricio su cabello.