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Una noche en

Tikbalang

Germán y yo habíamos hecho todo lo posible, pero la resignación se estaba apoderando de nosotros, después de catorce años juntos era evidente que no seríamos padres.

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Los tratamientos médicos habían fallado una y otra vez, en ocasiones nos distanciamos, yo tuve un foco depresivo del cuál él me ayudó a salir,pero a veces recaía, nos separamos,volvimos, buscamos consejos de abuelitas, recetas mágicas, cambiamos de clínica, de médicos, viajamos buscando a los mejores especialistas en fertilidad, pero todo era en vano.

 

En un último intento de sacarme la angustia que no dejaba en paz mi pecho Germán llegó de la oficina con una tarjeta y la puso sobre mis rodillas

-Mirá esto Betiana, una clienta me lo dio, dice que a su hermana le funcionó.

-¿Qué es eso?- Pregunté desganada sin leer nada.

- Es un ritual, en diferentes fechas es para diferenes cosas, pero el doce de octubre es la noche de Crowley y es presisamente para lo que queremos.

-Una estupidez- respondí, me giré de espaldas hacia él y cerré los ojos

-Podríamos intentar pedirles el bebé.

-Si, ya sé. Desde el principio supe que venías con algo para que pasara lo imposible, tengo treinta y seis años, no creo en hadas y zombies.

-¿Y si funciona?

-No sé ni quie es Crowley

-Yo tampoco, pero da igual, lo importante es intentar

-Esa frase la escuché una y otra vez durante catorce años- exclamé colérica y sentándome en la cama. Él quiso hablar, pero lo intrrumpí agregando- lo importante es dejar de ilusionarme y terminar tirada en esta cama llorando días después cuando me vuelvo a enterar de que no estoy embarazada

-Último intento Betiana-Me pidió juntando las palmas a pocos centímetros de su boca y arqueándo las cejas.

 

El once de octubre estábamos con un par de bolsos en la camioneta rumbo a una estancia.llamada “Tikbalang”

 

Al llegar nos recibieron muy amablemente y nos dirigieron a la que sería nuestra habitación, nos dijeron que nos esperaban a la media noche en el jardín de enfrente, nos dieron unas ropas blancas tan impecables como el dormitorio y nos pidieron que no comiéramos nada hasta esa hora.

 

Faltaban seis horas, me quejé de no haber comido nada en el camino. Germán me llamó para que viera el baño tan blanco e impoluto como el resto del lugar.

Nos duchamos y él me invitó a dormir una siesta ya que hicimos algunas horas de carretera y no sabíamos si íbamos a terminar muy tarde esa noche.

 

Las sábanas sonaban casi como si fueran de nylon y el aroma a amoníaco parecía hacerme ver aún más blanco el entorno.

 

La alarma que programó mi marido sonó once y media, nos levantamos, nos pusimos las ropas que nos dieron y salimos.

 

Todos vestían como nosotros, recitaban algo en una lengua extrangera y se movian lentamente de un lado a otro sentados sobre sus piernas dobladas.

 

Nos dijeron que nos uniéramos, nos sentamos y los miramos callados, pero segundos después comenzamos a movernos igual, y casi enseguida se sintió facil y pegadiso recitar como ellos.

 

Una mujer nos dió una bebida en una taza de barro, nos dijo que era importante no dejar ni una gota, y eso hicimos.

 

La misma mujer dibujó algo en el suelo mientras susurraba frases, se cortó la mano y en cuatro lados puso en platos de barro gotas de su sangre y una vela negra que encendió.

 

Mi vista se tornó borrosa, algunas de las otras personas reían, lloraban, otras seguían recitando y subiendo la voz, yo comencé a sentir una presión en mis sienes.

 

Luego alguien me tomó por la espalda e hizo que estirara mis brazos, me acostó, segundos antes de caer sobre mi espalda vi a germán inmóvil con la boca abierta y dos mujeres le cantaban una en cada oído y le acariciaban el pecho..

 

No me dejaban bajar los brazos, de todas maneras no creía tener fuerzas para hacerlo. Sentí que me desnudaban los pechos, y como si estos crecieran o la piel se estirara, luego se humedecieron y sentí como si hubiera una boca en cada uno besándlos, pero bajé la mirada y no había nada ni nadie cerca de ellos. La sensación era intensa y me gustaba, escuché una voz en mi oído que me preguntó si estaba dispuesta a ser madre, le respondí inmediatamente que si, que era lo que más quería.

 

Vi a un hombre inmenso sobre mi, debería medir más de dos metros, tenía pronunciados músculos y la piel muy clara. No le vi el rostro, tenía una máscara igual a la cabeza de un caballo, creí ver que sus ojos se ilumiron como unos focos verdes, y sentí claramente que rajó mi vestido y entró a mi cuerpo.

 

Estaba confundida, no sabía sino podia o no quería detenerlo, nunca me soltaron los brazos.Pensé por un instante qué estaría pasando con Germán, pero ese conjunto de sensaciones placenteras no me dejaron más que olvidarlo y dejarme llevar.

 

Desperté con el vestido en perfecto estado y Germán a mi lado.

 

Nos llamaron a desayunar y estaban todos, menos el de la máscara de caballo, que aunque no la usara sabía que allí nadie tenía ese físico casi como el de un gigante.

 

Pregunté que pasó anoche, todos coinsidieron en que rezamos, encedimos unas velas, que pedí tener un hijo, y me dieron una infusión que incrementaría mi fertilidad, bromearon con que aprovechara la estadía para intentarlo y yo no quise contar lo que recordaba, porque dudé,quizá lo había soñado.

 

Cuando volvimos a la habitación le pregunté a Germán que recordaba y me dijo que casi nada, los que rezaban como cantando, el té y despertarse allí-

 

El trece a la tarde volvimos a casa.

 

Aquellas imágenes no salían de mi mente, tampoco las sensaciones físicas. Algunas veces le pregunté a Germán por la máscara, el hombre grande, mi vestido si siempre había estado igual, pero él repetía siempre lo mismo que me dijo la primera vez.

 

El veintiocho de octubre en la mañana cuando Germán se fue a la oficina yo me puse a corregir exámenes de mis alumnos, y sonó el teléfono, fui a atender y solamente me dijeron mi nombre y afirmaron que estaba embarazada, la frase no fue lo que me paralizó y no me dejó respónder antes de que colgaran, fue la voz, era esa midms voz que me había preguntado aquella noche si estaba dispuesta a ser madre.

 

Dejé todo como estaba, tomé la llave y la cartera y fui a la farmacia. Volví a casa y me hice tres tests todos fueron positivos.

 

Cuando Germán llegó a casa yo lo esperé con las tres pruebas de la noticia-

 

Todo pasó muy rápido, incluso el parto se adelantó unos días y el veinti dos de junio al fin conocí a mi pequeño, perfecto, saludable, hermoso.

 

Olvidé, o eso intenté durante treinta años. Mi hijo es bellisimo, muy alto, atlético, tiene unos increíbles ojos verdes, y un lunar en el hombro derecho, a nadie le llamaba la atención, pero yo lo veía exactamente como el perfil de la cara de un caballo., cosa que nunca comenté con nadie.

 

Mi hijo es muy carismático, la gente lo adora, estoy muy orgullosa, es abogado, tiene una esposa increíble, pero me molesta sospechar que siempre la está engañando, cosa que tampoco comento con nadie, pero me ha resultado evidente en varias ocasiones.

 

Estamos esperando los resultados, Germán no para de tomar un café atrás de otro, mi nuera se come las uñas, yo tengo la misma seguridad que mi bebé, lo conozco, nunca pierde.

 

Una vez que nos informan lo sucedido, me abraza, le digo que yo ya lo sabía, me dice que me ama y yo le respondo que también lo amo, sale del brazo de su mujer a dar un discurso, la gente vocifera y aplaude.

 

-Con razón costó tanto que llegara, ¿Te imaginabas que ibamos a ser los padres del presidente Betiana?

-Si cielo, me lo imaginaba-Le respondí sonriendo, e inmediatamente un extraño escalofrío pasó por mi columna, miré al espejo que se hallaba adornando la pared junto a mi ya que me pareció por un segundo ver reflejado a un hombre que superaba ampliamente los dos metros de estatura parado detrás de mi, volví a mirar,esta vez fijamente , pero no vi nada.más que a mi esposo y a mi, Germán me preguntó si me pasaba algo, negué con la cabeza y lo invité a celebrar junto a nuestro hijo.

El elefante

En los ojos de mi madre aún veo que me pide perdón, pero ya no es necesario.

El oficial la deja despedirse de mí, me dice una frase al oído, me abraza con fuerza y me besa antes de irse.

La veo ingresar a la patrulla.

Subo las escaleras, aún me tiemblan las manos, me siento sobre mi cama, y las observo. No quiero llorar, pero mis ojos son desobedientes.

Me veo reflejada en el espejo, el mismo espejo que fue testigo de tanto dolor, y tanto asco. Parece que fue hecho para ser eso, un testigo.

Aprieto los ojos porque en lugar de mi imagen frente a mi aparece el cuerpo desnudo de Rolo, la sangre, los gritos, el miedo, y mi madre.

Cuando mi mamá conoció a Rolo yo tenía dieciséis, él llevaba pocas semanas viviendo en el barrio, y había puesto un quiosco, mamá iba a comprar cigarrillos y chicles, ocho meses después se mudó a casa.

Los primeros seis meses fueron tranquilos, a penas lo veía, y mi vieja se notaba contenta y despreocupada.

Nunca voy a olvidar la primera vez que Rolo me dio miedo, yo desperté luego de una siesta, y lo vi observándome con los lentes bajos, y ambas manos en los bolsillos detrás de la puerta entreabierta.

A partir de esa tarde estar cerca de él me incomodaba. Mamá seguía con su actitud de alegría constante, y yo no podía opacar eso solo por un momento extraño que quizá mal interpretaba.

La primera vez que se metió a mi cuarto, yo estaba profundamente dormida cuando me despertó su mano tapando mi boca. Nunca había imaginado que ese sería mi modo de conocer el sexo.

Esas visitas se hicieron cada vez más frecuentes. Le hablé a mamá, sin contarle demasiado, me ignoró y hasta me llamó egoísta y celosa.

Ahora salto de la cama, corro al baño y las ganas de vomitar me dominan, pero no logro hacerlo. Me lavo la cara, y recuerdo mi cumpleaños número dieciocho. Cuando me regalaron el elefante.

Mamá me hizo una torta. Me cantó, compartimos un rato, me regalaron una alcancía de bronce con forma de elefante, subí y me acosté. Me despertó una mano en mi pecho y un aliento caliente en mi cuello. Lo conocía de memoria. Negué con la cabeza, intenté gritar, pero como siempre él siguió. No dejé de ver el reflejo en el espejo hasta que al fin sentí que, como solía hacer, se desplomó sobre mí. Cerré los ojos mientras mi cuerpo temblaba de modo involuntario,y me juré que no pasaría más, ni con Rolo, ni con nadie. Abrí los ojos, y vi que si estiraba el brazo llegaría al elefante, entonces lo intenté, pero no logré tomarlo. Rolo se levantó, y se fue.

Pocos días después de eso fue cuando lo supe.

Dejé la alcancía más cerca de mi mano, practique a solas tomarla y golpearlo, y pocos días después cuando volvió a meterse en mi cama, lo dejé comenzar, incluso lo abracé contra mi cuerpo, algo que nunca había hecho antes, estire mi mano tomé al elefante y le golpee la cabeza. En ese momento vi hacia la puerta y allí estaba mamá cubriéndose la boca con la mano, y sosteniendo algo que me pertenecía en la otra.

Empujé a Rolo haciéndolo caer al suelo, le conté todo entre gritos, y llantos. Rolo comenzó a despertar, y ella fue hacia mi elefante y terminó de hacer lo que yo comencé.

Bajó las escaleras en silencio mientras yo la seguía, gritando, llorando, jalándole la ropa, pero ella me ignoró. Tomó el teléfono discó y solo dijo: “Acabo de matar a un hombre”, quise hacerla cortar, le di miles de ideas para hacer desaparecer a Rolo, pero ella calmada y silenciosa fue hacia la puerta y esperó. La policía entró, subió, vio a Rolo con la cabeza destrozada, y la esposó. Ella contó lo sucedido, pero como si yo no hubiera reaccionado nunca. Según su versión nos vio, y lo mató.

Me miró y me pidió perdón por no haberse dado cuenta, y esa mirada de culpa no se le borró más. Pidió despedirse de mí, y cuando la dejaron hacerlo se acercó y me dijo al oído.

“No te culpes, no fuiste cómplice sino víctima, déjame ver que se puede hacer, pero mi nieto no puede tener a la madre presa”, me abrazo con fuerza, me besó, y se fue

La vi subir a la patrulla, ahora veo mi imagen en el espejo, cierro mi puño, lo bajo con fuerza, pero no me atrevo a golpearme el estomago,solo apoyo mi mano cerrada sobre él.


Lengua traicionera

Guardé su lengua traicionera aquí, en este bollón, no sabía si enterrarlo o dejarlo en
la heladera, es que quise quedarme con lo que más daño me hizo, el arma que usaba
para llenarme con sus engaños y con sus mentiras. Por el resto del cuerpo no se
preocupe agente, tráigame una hoja y un lápiz, por favor, no pienso resistirme al arresto,
soy culpable, le dibujo un mapa, no es necesario ni que yo vaya al lugar, soy muy buena
con el lápiz, en menos de una hora seguro lo encuentra.

 

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