el árbol de manzanas
Nunca pensé estar aquí nuevamente, después de treinta años, y que ella pudiera seguir viviendo en esta casa.
Habrá sido difícil vivir con él, le comenté después de un largo e incómodo silencio mirando el jardín con los brazos cruzados.
Al principio, respondió cortante Natalia, que, aunque nunca se quejó, sé que en su interior, a pesar de no haber dicho nada, me culpa de dejarla sola viviendo con Simón.
Vinimos del interior con vientres y veintiún años a probar suerte a la capital. Si bien cada una tenía un sueño antes de llegar, Natalia se enamoró del jardín de la casa, pasábamos bastante tiempo armando canteros, plantando matas, también flores, y la idea de hacer un rincón de árboles frutales era la más ambiciosa de las metas.
Con el tiempo ella propuso poner nuestro vivero.
Cuando hacía casi un año que vivíamos ahí, pero aun no concretábamos todos nuestros planes cayó de sorpresa Simón, nuestro primo.
Un buen chico, muy inocente, un poco menor que nosotras, nos traía algunas cosas que nos enviaba nuestra mamá, y pretendía también establecerse en la ciudad.
La misma noche en que Simón llegó, Natalia y yo tuvimos la idea de hacer una fiesta íntima, solo los tres para celebrar la visita, él repitió varias veces que debía decirle a sus padres y a los nuestros que había llegado, nosotras lo convencimos de que mejor al otro día, que ahora teníamos que disfrutar de la juntada.
Trajimos bebidas, armamos una picada, pusimos música y pensamos que estaría bueno elegir una película, pero nunca decidimos cual.
Él nos dijo varias veces que no tomaba alcohol, pero nosotras insistimos porque al final de cuentas era su bautizo en la capital… ¿Qué podría salir mal?
Hoy miro el árbol de manzanas del vivero de Natalia sin descruzar los brazos, ella a mi lado en la misma posición silenciosa sé que recuerda lo mismo que yo.
Entre las cosas que mamá nos envió había una calabaza, de esas que se usan para tomar mate, la llenamos de un poquito de cada bebida y comenzamos a tomar con bombilla. Natalia dijo que era un ojito de gallo, y así la nombramos la calabaza gallito.
Simón al principio se negaba y se negaba, pero yo me senté en sus piernas y Natalia le tomó los brazos, y entre risas logramos que se acabara toda la calabaza.
Llenamos otra y repetimos el operativo, solo que esta vez lo compartimos entre los tres, y Simón ya no ponía tanta resistencia.
Lo sacamos a bailar, se quitó la camisa y se sacudía como si se le hubiera caído un panal encima y quisiera huir de cientos de abejas, nosotras no parábamos de reír.
Llegó un momento en que las dos quisimos frenarlo, no pensábamos que un par de tragos podría alterarlo tanto, pero él seguía en su mundo, saltando y gritando, se quitó los zapatos y siguió, ya nosotras decidimos no participar.
Poco rato después intentamos subirlo entre las dos al segundo piso, para ducharlo y meterlo en la cama, él nos abrazaba, nos decía que no conocía ese lugar, pero quería volver, me apretó las mejillas, me dijo que me amaba, me soltó, intenté acercarme de nuevo, pero cuando casi llegábamos al segundo piso se volteó hacia Natalia le tomó un pecho y la quiso besar, a lo que ella instintivamente lo empujó, y él rodó por las escaleras hacia el suelo.
Nosotras quedamos paralizadas mirándolo tendido en el suelo por varios minutos, hasta que bajamos a verlo, parecía tener la cabeza rota, y el cuello fracturado.
No nos atrevimos a comprobar si estaba vivo o no. Subimos a la habitación en silencio y nos acostamos, no sé porque, pero simplemente nos fuimos a la cama.
Si bien no dormimos en toda la noche bajamos a verlo recién al otro día, seguía allí, estaba helado, sobre entendimos que debía estar muerto.
Arrastramos su larguísimo y muy delgado cuerpo hacia el jardín, hicimos un pozo profundo, tiramos allí todas sus pertenencias incluyendo los regalos de mamá, y lo lanzamos dentro, tapamos el pozo y hasta hoy juro que luego escuché: “caf, caf”, como cuando alguien carraspea, Natalia sigue diciendo que solo fue mi imaginación.
Simón se perdió en el camino, alguien lo habrá asaltado, decidió irse a otra parte, todos sabemos que el bus llegó a destino algo le pasó en la ciudad. Decían nuestros padres y tíos, pero nunca supieron que fue lo que realmente sucedió.
Nosotras solo dijimos que nunca nos enteramos de que él iba a venir, sino lo hubiéramos pasado a buscar, lo que probablemente evitaba que desapareciera.
Durante dos días pasaba por el jardín y escuchaba el “caf, caf” Natalia insistía que eso no era verdad, que eral locuras mías.
Ella plantó un manzano sobre Simón, y con el tiempo logró poner su vivero. Yo a las tres semanas me mudé a otro lugar, y perdí hasta contacto con mi hermana mayor.
Ahora tras la muerte de nuestro papá, tuve que venir. Sigo pensando que podríamos haberlo salvado, Natalia sin embargo cree que era su destino, que Simón nació para un día ser un árbol de manzanas.