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   El amante carioca

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Sambe de Janeiro Instrumental (In The St

Voy caminando por una calle oscura. Perdida como un cachorro abandonado por su amo.
Deseo gritar hasta que se me rasgue la garganta, pero no puedo. Estoy aturdida, y confundida. Esta noche de carnaval, este folleto en mi mano, estas imágenes que bombardean mi mente, llegan a hacer que me maree.
La tenue luz de la luna me deja distinguir que estoy cerca de la arena, me quito los zapatos, sigo caminando mientras sollozo, me arrodillo, escucho a lo lejos samba, y vomito.
Hace un año atrás, también escuchaba esa misma canción, esa misma samba.
Ernesto y yo estábamos en una fiesta de disfraces, fue en la casa de mi prima Elvira. Al igual que hoy esa noche era Carnaval. Mi marido iba de Homero Adams, y estaba bastante molesto porque yo me negué a ser Morticia, o llevar algún disfraz.
Mientras él seguía refunfuñando por lo de mi ropa, yo lo ignoraba, y observaba el lugar. Las luces, el movimiento, varios invitados bailando, y otros comiendo o riendo.
Me quedé mirando a Elvira caminar casi corriendo entre los invitados, y abrir la puerta. Entonces lo vi.
Entró y la levantó en brazos un instante, dieron unos pasos abrazados, y luego comenzaron a bailar.
No podía dejar de ver como se movía, llevaba solamente una máscara, y vestía un traje blanco. Elvira parecía de juguete en sus manos.
Ernesto cansado de buscar alguna respuesta de mi parte, comenzó a hacer lo que siempre hace, beber un trago tras otro, y en menos de una hora estaba borracho y dormido sobre un sofá
Yo no paraba de mirar a Elvira y a su acompañante.
Él me sonrió, y sus intensos ojos oscuros se clavaron en mi piel como puñaladas. Yo intenté disimular, y sin corresponderle subí las escaleras queriendo pasar desapercibida como una sombra.
Fui por un pequeño pasillo buscando el baño para encontrar en ese lugar algo de silencio y paz. Cuando al fin vi una puerta que supuse era la que buscaba, intente abrirla, pero una mano tomó la mía sorprendiéndome. Giré bruscamente, y él estaba allí, sin la máscara y muy cerca de mí
?¿Cansada o aburrida?- preguntó. Si bien hablaba perfectamente en español, su acento lo identificaba. Con solo esa frase supe que era brasileño.
?Busco salir de tanto ruido, llevo largo rato aquí, y la música me tiene bastante aturdida- respondí e intenté alejarme un poco.
?Sé que me estabas observando- afirmó mirándome fijamente, yo moví los ojos hacia los lados, buscando escapar de los suyos, y se me entrecortó la respiración. Me sentía atrapada como si fuera un criminal al cual todas las pruebas le apuntan.
Acercó sus labios a los míos, volví a intentar alejarme y él negó con la cabeza mientras chasqueaba con la lengua y me sonreía.
Lo que más me atraía era que cada milímetro de su cuerpo transpiraba seguridad.
Me besó. Fue un beso largo, fuerte, intenso, apasionado.
Su mano bajó hacia mi rodilla, y subió a través del muslo, levantó un poco mi vestido y se apartó, me dejó una tarjeta en el escote, y se fue.
Al día siguiente, cuando ya estaba sola en casa, no dejaba de pensar en el brasileño de la fiesta. Desde que me casé con Ernesto no había besado a nadie más. Me preguntaba si Elvira y él tendrían una relación o simplemente bailaban.
Miraba la tarjeta y releía en susurros su nombre, una y otra vez: «Fabio Silveira Borça».
Pensaba si era muy arriesgado llamarlo, pero al mismo tiempo temía arrepentirme siempre de no hacerlo.
Primero llamé a Ernesto, me dijo que seguía con un fuerte dolor de cabeza, pero debía ir a un par de reuniones más.
Luego tomé valor, y marqué el número de Fabio.
Cuando me atendió le dije que era la prima de Elvira, me dio una dirección, luego de que le confirmé varias veces que la tenia colgó.
Me acosté unos minutos en silencio, y observé la nota que había hecho, dudé, pero al final fui hasta allí.
Era un apartamento pequeño, tenía máscaras colgadas en las paredes, decorados con plumas, cajas de maquillaje, como los que usan para el teatro, no había ni una sola foto, pero si muchos Cd desparramados sobre la mesa.
Caminé lentamente hacia la mesa, dejé sobre esta mi bolso, y Fabio sin mediar palabras me tomó por la cintura y me pegó con fuerza su cuerpo. Como cuando una tormenta de viento golpea a una ventana, así de frágil me hizo sentir.
?¿Por qué decidió llamar?? me preguntó. Yo respondí encogiéndome de hombros, él me levantó y me sentó sobre la mesa, esta vez fui yo la que le besó apasionadamente la boca, le mordí la barbilla, y un poco la oreja, finalmente le susurré al oído ?¿Dónde está tu cama?
Luego de ese encuentro nos veíamos dos veces por semana, a veces tres.
La tercera vez que hicimos el amor, yo ya iba saliendo rumbo a mi casa cuando su voz me detuvo
?Entiendo que no hablamos mucho, pero me parece que ya es momento de que me digas tu nombre
Yo no lo había notado, pero era verdad, él no lo sabía. En ese instante me di cuenta de que nunca le hablaba. Nuestros diálogos eran cortos, concretando un nuevo encuentro, y casi nada más. Giré hacia Fabio, y tras un suspiro le contesté amablemente:
?Soy Ana María, ¿te gustaría almorzar conmigo mañana?? asintió con la cabeza, y me fui.
Ernesto cuando no estaba borracho o dormido, trabajaba o tenía reuniones.
La relación con Fabio siempre fue en mayor parte sexual, pero de vez en cuando lo invitaba a comer, o a mirar alguna película. De todas maneras nuestras citas tenían siempre el mismo final y casi nada de palabras.
No quería decírselo, pero él lo sabía, Fabio significaba solamente una cosa para mi, tampoco me lo decía, pero yo también sabía que era reciproco.
Así pasaron once meses. No amaba a Fabio, pero tampoco a Ernesto.
Una tarde en que me quedé en casa, Elvira vino a verme, casualmente sonó su teléfono y ella me comentó que la llamaba Fabio. Le pregunté si lo conocía, me dijo que era su mejor amigo, casi como su hermano, y confidente. Le insistí, quería saber si ellos tenían lo mismo que nosotros, ella lo negó repetidas veces entre risas
Yo llevaba un secreto de tanto tiempo que ese momento con mi prima me hizo sentir que era hora de tener una amiga
?Estoy tan harta Elvira, quisiera separarme, Ernesto vive tirado en la cama como un muerto, o no está, quisiera que me diera una razón para terminar de una vez sin discusiones, ni planteos, algo fácil. A demás te confieso que me interesa otra persona
?¿En serio?, bueno primita, yo te voy a ayudar, nunca me meto en la vida de nadie, y puede que te enojes cuando te cuente esto, pero Ernesto tiene otra relación, yo te voy a dar el dato, y vos vas a sorprenderlo
?¿Tiene otra?- pregunté casi gritando, Elvira afirmó con la cabeza.
?Ya sabes, la Sheila- me comentó y anotando en un papel agregó. En veinte días Sheila hace un show, canta, bueno me imagino que la conoces, Ernesto va a estar con ella, ahí mismo lo pescas.
Yo, disimulaba para qué no se diera cuenta de que yo no tenía idea de quién era esa mujer, que ella consideraba famosa. Guardé la nota y esperé los veinte días.
Era febrero nuevamente, fui con el paso seguro a encontrarme con Elvira. Sonaba la música de Samba. Mi prima corrió a recibirme y entró conmigo
?Ya cantó, allí está con Ernesto- me dijo al oído señalando con el dedo, y me puso un folleto en la mano. Yo caminé sola buscando a mi marido cuando lo vi.
Una rubia muy alta, sus largas uñas se destacaban, se sentó sobre las piernas de Ernesto, y lo besó en los labios.
Repentinamente, cuando estaba a punto de ir a hacerle un escándalo a mi esposo, La luz se enfocó en el rostro de Sheila y entonces vi todo.
Salí, me tapé la boca con ambas manos, y corrí hacia afuera. Elvira intentó seguirme, pero la empujé, y le pedí que me dejara tranquila.
Fui por una calle oscura escuchando Samba, llegué a la playa y comencé a vomitar.
Elvira apareció detrás de mí
?No sabías que Sheila, era lo que es ¿Verdad? Ves como yo no tengo nada con él, es imposible, lo de Fabio es otra cosa, es Ernesto? me dijo mi prima. Entonces con las manos temblorosas y negando con la cabeza iluminé el folleto que me había dado mi prima usando la linterna de mi celular, en este leí:
«Sheila Garrido» y vi la foto de Fabio impresa, pero esta vez sin peluca rubia, uñas postizas o maquillaje.

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